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Esther Vargas: Internet nos enamoró (y nos separó)
“Y lo que empezó con interminables horas en un chat acaba justamente porque uno de los dos pasa mucho tiempo conectado al ‘mundo’”.
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En este extraño mundo hiperconectado hay parejas que nacen en un chat de Facebook, entre likes, emoticones y pocas palabras que arman una frase precisa.
El amor irrumpe en estos espacios 'sociables' donde a veces estamos profundamente solos hasta que encontramos a LA PERSONA y una lluvia de corazones virtuales llena la pequeña pantalla. Qué bonito es el amor, like, like, like… Así tengas veinte, treinta o cuarenta años, Facebook, Instagram o Snapchat y toda la parafernalia de estos sitios nos hacen ver una maravillosa realidad, efímera y reconfortante al fin.
Pero también es en este lugar –o en estos lugares– donde el amor se hace pedazos. Y lo que empezó con interminables horas en un chat acaba justamente porque uno de los dos pasa mucho tiempo conectado al 'mundo'. Entiéndase trabajo-trabajo-trabajo, la costumbre de estar siempre allí –donde parece que están todos–, y esa lógica absurda necesidad de no 'desaparecer' porque seguro alguien te está buscando, y la verdad es que no siempre eres necesario o siempre hay un reemplazo.
Me dice un psicoterapeuta amigo que cada vez llegan más parejas a su consulta con esta queja: más fácil es que me responda un WhatsApp a que me mire a los ojos. Parejas que cuentan con nostalgia que al comienzo hasta tenían 'sexo virtual' –si le quieren dar validez a ese tipo de sexo– y ahora ya ni se tocan porque alguno de los dos está pegado a la computadora con los malditos pendientes que en la red son tan infinitos como la propia red. Llegan parejas a contar que no pueden abandonar el celular a la hora de desayunar, o de almorzar, que cuando acaban de hacer el amor miran la pantalla por si se perdieron de algo, que apagar el celular se les hace imposible por esa manía de estar pendientes de un abanico de notificaciones.
Esta conducta puede llevar a la destrucción de la pareja o a la consolidación de la misma. Lo primero parece obvio, pero lo segundo parece improbable. Se dice fácilmente que si no le importa que estés clavado en el celular lo más seguro es que no le intereses. En verdad, no lo es. El amor es un vínculo con licencias y tolerancias, lo ideal sería negociar, y hoy las negociaciones justamente tienen que ver con esos aparatos que al comienzo parecían como un lazo de Cupido. Lo que nos unió, hoy nos separa.
¿Te acuerdas de esas noches en las que no dormíamos por chatear sobre nuestra vida? ¿Te acuerdas de esas horas mirándonos las caras en Face? Le robamos el tiempo a todo para contarnos las cosas más bobas. ¿Te acuerdas?
Pregunta el psicoterapeuta: ¿En qué momento el celular se convirtió en el tercero en discordia? Sí, algo así como la amante. ¿Cómo pasó? La pregunta la lanza al aire y me quedo pensando en los diversos escenarios que ha generado Internet en mi vida. Pero hay frases letales, cargadas de odio, que a veces te colocan al borde. Una de ellas es: "Mueres por tus malditos likes. Sin esos likes no eres nadie". Me pregunto entonces si Internet nos está robando la poquita felicidad que habíamos ganado.
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