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Fernando Cáceres: La anticorrupción como marca
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Frente a un editorial de El Comercio que cuestionaba que el presidente no hubiera hecho mención a los corruptores con ocasión del escándalo de su ex asesor en temas de salud, el presidente declaró que "ambos lados tienen que ser castigados. Hay que aplicar la muerte civil al privado que puso la plata", y el presidente de la Confiep deslindó con los 'negociazos' afirmando que "esos no son empresarios… son ladrones" y subrayó que "ya en la Confiep todos los gremios que son miembros cuentan con códigos de conducta… con 'dientes' (posibilidad de sancionar)".
Se trata de una positiva reacción a un hecho incontrastable: los 'negociazos' tienen corruptos y corruptores. Y no basta con mirar solo un lado de la moneda. Por ello, es interesante que el mismo decano y el presidente de la Confiep, a manera de remedios, hayan hecho referencia a mecanismos colectivos para que los gremios tomen acción, tales como códigos de conducta con mecanismos de cumplimiento.
Sin embargo, es poco el interés público que hasta ahora se le viene dando a las medidas individuales que las empresas pueden implementar. Las empresas deberían ser las primeras interesadas en adoptar enfoques éticos hacia los negocios. No solo por los riesgos legales y reputacionales involucrados, sino porque la lucha contra la corrupción se ha convertido en una exigencia de la sociedad –junto con el respeto al medio ambiente y los derechos humanos–; por tanto, es ya una oportunidad de diferenciación sobre la competencia.
A nivel internacional, muchas empresas no solo adoptan individualmente estrictas políticas internas anticorrupción, sino que contratan auditorías externas para validar que sus empleados y el resto de su cadena de valor cumplan tales estándares, a fin de ser incluidas en índices reputacionales muy valorados como el Dow Jones Sustainability Index. La mesa está servida.
@fdocaceres
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