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[Opinión] Patricia Teullet: Contradicciones
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En la recepción del hotel en el que suelo hospedarme cuando voy a Ica, me pidieron el DNI, me dieron dos tickets para un coctel de bienvenida y me dijeron que solo faltaba el documento de mi acompañante. Cuando les aclaré que, como siempre, venía sola, la gentil señorita que me atendía me miró con algo de lástima para de inmediato animarme diciendo que podía tomarme los dos cocteles.
Empezó bien mi visita a Ica: terminó la cosecha de paltas y cítricos, se están cosechando arándanos y pronto empezarán con la uva. Si bien cada cultivo tiene sus campañas, son muchos los trabajadores que rotan de una a otra y mantienen así un empleo semipermanente y formal, gracias a que, a diferencia de lo que ocurre con el empleo en otros sectores (especialmente en el urbano), la ley se ha adaptado a la realidad de la industria. Así, con su demanda de empleo, al igual que otras regiones donde se desarrolla la agroindustria, Ica atrae migrantes temporales o permanentes y va creciendo más rápidamente de lo que las autoridades pueden acompañar con el mantenimiento del orden y la provisión de servicios.
Hay una Ica a cargo de los empresarios: la de los fundos impecables, de los packing perfectamente organizados, de los trabajadores esforzados y remunerados. Y existe otra Ica a cargo de las autoridades: la de las calles repletas de basura, transporte informal, falta de infraestructura educativa y de salud, la de la Ica violenta y desorganizada. El contraste difícilmente puede ser mayor. Es una región con recursos económicos puestos en manos de funcionarios que no han sabido o no han querido saber qué hacer con ellos aun cuando conocen las brechas que deben ser cerradas.
El cambio de gobiernos regionales y locales suele convertirse en un freno a las obras que se venían ejecutando, pero, cuando hay tantos pendientes, también puede ser visto como una nueva oportunidad para continuar lo bueno (si es que lo hay) o aplicarse en corregir y hacer obras que no son tan difíciles, como un relleno sanitario, una escuela con techado en el patio, un centro médico bien equipado o la reparación de pistas y veredas.
Sin embargo, los alcaldes y gobernantes continúan haciendo obras decorativas y monumentos, y nadie toma en cuenta el cierre de brechas que supuestamente es obligatorio para priorizar el gasto.
Termina mi visita con la sensación agridulce de ver una industria exitosa, con trabajadores que empiezan a cumplir sus sueños de una vida mejor; con mejoras evidentes en su calidad de vida, que van animosos a que los recoja el bus que los llevará a los campos.
Sin embargo, ningún coctel de bienvenida soporta el panorama desolador que se ve al otro lado de la carretera: un enorme asentamiento humano que llaman Tierra Prometida. La ironía del nombre la conozco por referencias: ni saneamiento, ni atención médica, ni suficiente matrícula escolar. Solo hacinamiento, desnutrición y violencia. Y esa es tarea del gobierno.
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