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El Perú lleva casi dos meses bajo aislamiento social obligatorio, y aquel pico al que se suponía que llegaríamos a mediados de abril parece estar igual de lejano que cuando empezó la cuarentena.
El Ejecutivo se vanaglorió de que el Perú fuese uno de los países que más temprano actuaron ante la llegada del COVID-19; sin embargo, todo parece haberse quedado en prometedoras medidas iniciales, dado que, a pesar de la cuarentena, los contagios y muertes aumentan descontroladamente.
Lamentablemente, las conferencias casi diarias del presidente se han convertido en repetitivos monólogos donde se habla mucho, pero se explica poco, aun cuando se tiene mucho que explicar por los escándalos de corrupción en el Ministerio del Interior, las compras de mascarillas sobrevaloradas que hizo el Ministerio de Salud, y las declaraciones del ministro Zamora, quien culpó a Trump por la escasez de pruebas moleculares, cuando el gobierno peruano, a fines de marzo, rechazó comprar quinientas mil pruebas moleculares a la empresa surcoreana Osang Healthcare. Además, exceptuando temas económicos, tampoco se menciona cuáles son las metas del Ejecutivo en el corto, mediano y largo plazo.
Entonces, ¿cómo quiere el gobierno que los ciudadanos cumplan a rajatabla sus indicaciones, si ni siquiera este puede explicar con claridad adónde se está apuntando? Debido a que, a casi dos meses de encierro y con una economía al borde del colapso, el problema del Ejecutivo no es su estrategia para enfrentar la pandemia, sino que parece no tener ninguna estrategia. Aquello sin desmerecer las medidas iniciales, sin las cuales el sistema de salud habría colapsado de inmediato. Pero definitivamente no se puede seguir con una cuarentena que no solo no está funcionando, sino que está dejando a millares en la pobreza.
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