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[Opinión] Gonzalo Elías: Menos compromiso
Columna de Gonzalo Elías
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“La gente en Lima es falla” me dijo un paciente que se fue a vivir al exterior hace unos años. “Cada vez que regreso hay dos cosas que no me gustan: el tráfico y lo enrollados que somos para juntarnos”. La gente cancela, se complica, prefiere tener sus “opciones abiertas” en lugar de priorizar los vínculos.
En el mundo entero, vivimos en la era de la falta de compromiso, desde cosas chicas –nos gana el amor al chicharrón– hasta lo más importante como el trabajo y la familia. Por un lado nos mueve la conveniencia y el egoísmo, el miedo y la desconfianza, aunque por otro lado también; la autonomía y la libertad. Algunos jóvenes ya no quieren casarse o tener hijos, la lealtad en las organizaciones es cosa del pasado, las relaciones laborales son cada día más impersonales, virtuales, y en algunas partes las parejas amorosas se escogen “por menú” dentro de una app. Todos somos opciones. Todos somos descartables. En algunos trabajos te ven como una máquina que si pierde eficiencia te reemplazan por una nueva. La codicia se puede convertir en el plato fuerte, siempre hay un as bajo la manga, un “plan B”, alguien más para reemplazarte.
En el plano de la sexualidad pasa algo similar, parece ser que hemos ido del extremo del amor sin sexo al del sexo sin amor. La gente ya no quiere conocerse, no hay mucho espacio para la belleza interior ni se le da tiempo y espera a las personas para darte lo que tienen.
Ahora bien, seamos sinceros, más allá de si nos referimos al rubro de la amistad, de la pareja, o del trabajo, el ser humano siempre le ha tenido amor al chancho Y al chicharrón, quizá esa sea nuestra naturaleza. Y tampoco es que podamos desestimar algunos motivos por los cuales las personas prefieren comprometerse menos. El asunto es: ¿no se nos estará pasando la mano?
La autonomía es un valor que ha ganado fuerza en el siglo XXI, es el lado bueno, ya nadie quiere ser esclavo de nadie, y la autorrealización se vuelve cada vez menos negociable. Pero la autonomía a su vez se enfrenta con la cultura de lo desechable, la cultura del consumo. ¿No necesitan las cosas buenas de esta vida un cierto grado de compromiso?
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